Productividad. Una piedra en el zapato. Una debilidad estructural de la economía española, que ha empezado a cambiar desde hace poco. En distintos informes recientes los expertos detectan “un patrón de crecimiento distinto”. Una luz al final del túnel. Aunque no así para todas las ramas. La industria alimentaria, por ejemplo, muestra, además de sus fortalezas, algunas áreas de mejora. Destaca su intensiva inversión en nuevas tecnologías. Sin embargo, el sector podría sacarle mayor partido, según un reciente informe, que apunta a otras oportunidades, como una mayor inversión en intangibles y un acelerón en digitalización. Por su parte, en el subsector del dulce, destaca por su productividad la industria galletera, que bate incluso al sector industrial en su conjunto. Productividad. Producir más por cada unidad de trabajo, capital o del conjunto de los factores: innovación, tecnología y todo aquello que te convierte en más eficiente. Tradicionalmente, un punto débil de la economía española, siempre alejada de los campeones del ramo, como son Países Bajos, Noruega, Suiza, Estados Unidos… los más ricos y también los más productivos. Sin embargo, algo ha empezado a cambiar. Desde 2013 se aprecian “señales de cambio en el patrón de crecimiento español”, advierten los economistas especializados en productividad que elaboran el Observatorio de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). Mejora la eficiencia, la productividad total de los factores. “Las pérdidas de eficiencia conjunta de los factores no son ya permanentes”, señalan en su informe los investigadores, capitaneados por Francisco Pérez García y Matilde Mars Ivars. Ahora, cuando la economía crece, la productividad total de los factores —que mide la eficiencia— “contribuye positivamente al crecimiento” del PIB, advierten. No se trata de ganancias de eficiencia. Pero al menos esta se mantiene estancada, y no pierde ya terreno frente a los campeones. Una mejora de la que también puede participar la industria alimentaria, si logra acelerar para no quedarse atrás en el ramillete de asuntos que convierte un sistema en más productivo.Donde sí destaca el alimentario español es en el coste laboral. Al menos su industria, la quinta más competitiva de Europa—en gran parte debido al menor coste laboral—, según un informe de Cajamar, que destaca, en cambio, la escasa competitividad de otra de las patas del agroalimentario, como es la comercialización de alimentos. Según este Observatorio sobre el sector, elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), la industria de alimentos española aventaja en un 8,9% a sus colegas de la UE-27 en cuanto a la productividad que es capaz de extraer por cada ocupado. No en vano, España luce el quinto coste laboral más reducido por unidad de VAB de toda la industria alimentaria europea, observa el reciente informe dirigido por Joaquín Maudos y Jimena Salamanca. Además, en 2024, aunque los costes laborales han crecido, en España lo han hecho menos que en Europa, un +4,8% frente al +11,1%, según los datos del sector industrial alimentario que cita el informe. “El sector español es un +19% más competitivo que el europeo porque alcanza una productividad un +9% superior y soporta unos costes laborales medios más reducidos” (del 11%), apostillan. Según FIAB, la patronal alimentaria española, la productividad del sector ascendió en 2024 a 70.814 euros, lejos de los 92.826 euros que alcanzó hace quince años —en 2010—, pero más cerca de los prepandémicos 73.086 euros de 2019, según esta tabla medida en euros de 2020, a fin de eliminar el efecto de la inflación. Si se tiene en cuenta la inflación, en términos nominales, la productividad creció en 2024 un +2,2%, hasta los 75.373 euros por empleado. Según FIAB, cerca de la mitad de este incremento se ha dedicado a “mejorar la retribución de su empleo”, bien mediante subidas salariales, bien mediante nuevas contrataciones. En cuanto al dulce, el subsector muestra una productividad un -10% inferior a la de la industria alimentaria española; esto es, 56.840 euros, frente a los 63.245 euros, según las estimaciones recién publicadas en el informe anual de la patronal Produlce. Dentro del dulce, el subsector de las galletas obtiene la mayor productividad de toda la rama, con 73.996 euros por ocupado; un 30% por encima de la del dulce en su conjunto; un 17% por encima de la del alimentario; y un 12,8% por encima del sector industrial al completo. Le sigue de lejos la panadería y pastelería, con 60.328 euros por ocupado; un 6,1% por encima de la media del sector del dulce; un 4,6% inferior a la media del sector alimentario. Por último, el subsector del cacao y el chocolate logró en 2024 una productividad por ocupado de 56.918 euros; muy ligeramente por encima de la media del sector del dulce; un 10% por debajo de la media del alimentario en su conjunto; y un 13,2% por debajo de la media industrial manufacturera.Volviendo al conjunto, el sector alimentario es uno de los campeones de la economía española. No solo se trata del sector industrial de mayor dimensión, con el 19% del valor añadido bruto (VAB) de toda la industria y el 22,3% del total del empleo industrial. Sino también un “pilar fundamental del sector exterior”, advierten los economistas. Una rama que aporta casi el 13% de todas las exportaciones de las manufacturas españolas, con casi 42.000 millones de euros facturados en 2022. Y, atención, la industria alimentaria española es un +6% más productiva que su homóloga europea (UE-27). Pero esa productividad del trabajo se encuentra un 13,3% por debajo de la media del sector manufacturero español. Y cuando se mide la eficiencia en su conjunto —la productividad total de los factores (PTF)— la comparación es aún peor: un 45% inferior a la media manufacturera española, el segundo por la cola entre los sectores. Según este informe, desde el inicio de siglo la industria de alimentos ha ido perdiendo eficiencia. A una media anual del -0,79%, según estiman los investigadores. “Es un sector que desde inicio de siglo ha visto disminuir su PTF, lo que ha supuesto una pérdida de eficiencia que contrasta con las ganancias de productividad que sí alcanzan otros sectores manufactureros”, precisan los economistas. “El sector tiene menos PTF que la media de sectores manufactureros, y que el conjunto de la economía (44% y 46% inferior, respectivamente), pero además reduce su eficiencia productiva en el período (decrecimiento medio anual del 0,79%)”, detallan. “Este sector ha sido incluido entre los sectores que están quedando atrás en la economía española, por su reducida productividad agregada y negativa evolución”, sentencian. Incluso sus empresas líderes son también de las que menor PTF presentan, y menos la incrementan, con un descenso del -3% a lo largo del periodo, agregan. Los investigadores se muestran perplejos ante la baja productividad del sector industrial alimentario. “Es sorprendente”, afirman. Especialmente debido a su alta inversión en TIC. “Desde el punto de vista tecnológico, la industria agroalimentaria es más intensiva en la utilización de activos TIC”, tanto en comparación con otras industrias de España, como en relación a sus homólogos europeos. “Implica que no le saca el potencial que tienen esos activos”, concluyen. Los economistas hallan dos explicaciones a esta situación. Por un lado, la escasa inversión en intangibles, como patentes y marcas, desarrollos tecnológicos, relaciones corporativas… Y, por otro, la débil digitalización, compatible con el uso intensivo de las TIC; con un 81,2% de las empresas alimentarias de la industria española con un nivel básico o muy básico de digitalización (frente al 80% europeo).En cuanto a los intangibles, mientras los europeos invierten un 14,1% de su valor añadido en este capítulo, sus homólogos españoles apenas extraen el 9,5%. Un baldón del alimentario industrial español, también en relación con otras ramas manufactureras patrias. Y eso que, en el apartado de investigación y desarrollo —I+D—, la industria alimentaria española invierte más que sus colegas europeos; un 1,9% de su valor añadido, frente al 1,3%, con datos de 2020; si bien lejos —la mitad— que el esfuerzo inversor del total de las manufacturas españolas en este capítulo. Según los empresarios, algunos factores que entorpecen la inversión productiva empresarial tienen que ver con la burocracia, la inestabilidad política y la regulación. Según la Encuesta del Banco de España sobre Actividad Empresarial (EBAE) “sería deseable reducir la incertidumbre sobre las políticas económicas, a nivel nacional e internacional, a fin de favorecer la inversión empresarial que puede lograr un salto en la productividad”. La subcontratación también se encuentra entre los factores que “podrían condicionar la inversión”, detallan los economistas Rubén Veiga Duarte y Sergio Puente en un artículo reciente del Banco de España. Al subcontratar a otras empresas, “la inversión se desplaza a las empresas subcontratadas”, argumentan, sin olvidar algunas respuestas clásicas de los empresarios en este sentido, como evitar un “exceso de regulación”, así como favorecer un entorno que “no obstaculice el crecimiento del tamaño de las empresas”, concluyen.
