Los filtros ultravioleta (UV) se han convertido en compuestos de uso diario para millones de personas. Sin embargo, algunos de ellos no son biodegradables al 100% y las plantas de tratamiento de aguas residuales muchas veces no son capaces de filtrarlos correctamente. Todo ello está llevando a su diseminación ambiental y a la detección de distintos filtros UV en el suelo, las aguas continentales, los océanos y en múltiples organismos (algas, corales, peces, mamíferos, incluso aves terrestres). Además, algunos filtros UV, especialmente la benzofenona-3 y el octocrileno se han mostrado tóxicos en estos organismos. Entre sus efectos tóxicos destacamos el blanqueamiento de los corales y problemas metabólicos, enzimáticos y de capacidad reproductiva en prácticamente cualquier organismo. Existen datos preliminares sobre la posible bioacumulación de estos filtros UV en humanos, al detectarse en muestras de orina y leche materna. Sin embargo, el estudio del impacto medioambiental de los filtros UV presenta muchas limitaciones.