La Generación Alfa apenas representa el 9% del total de la población española. Unos 4,4 millones de niños de cero a nueve años, que se amplían a siete millones si se suma el contingente de 10 a 14 años, según la pirámide de población elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), con datos de 2022.Un porcentaje similar si hablamos del millón de habitantes que se ha sumado en el último bienio a la población española, formada por unos 48,6 millones de habitantes, según la última encuesta continua de población del INE. Crecimiento de población que viene “casi en su totalidad” de la afluencia de migración al país, con casi 6,5 millones de extranjeros residiendo en España, ampliados a unos 8,8 millones si incluimos todas las personas no nacidas en España; un dato más real al obviar los extranjeros que se han nacionalizado. Este aumento poblacional se refleja también en una intensa creación de hogares -casi 800.000 nuevos hogares en los dos últimos años-. Y a pesar del saldo negativo que ofrece el crecimiento vegetativo, en ‘números rojos’ por sexto año consecutivo en 2022, cuando murieron 133.000 personas más que los nacidos tal ejercicio. Y eso que el número de matrimonios ha repuntado ligeramente, hasta rozar los 180.000 en 2022; dejando de lado definitivamente el efecto depresor de la pandemia -en 2020, apenas hubo 90.000 bodas-.Eso sí, la gente cada vez se casa más tarde. A los 40 años casi, de media, los hombres. Y a los 36,6, las mujeres. Edades influidas sin duda por los segundos enlaces. Pero también por el retraso en formar una primera familia, como demuestran otras series. Así, la maternidad se ha retrasado de media a los 32,6 años; un año más tarde que hace una década. Y las madres de 40 años o más se han duplicado sobre el total en el período. Hoy, en 2022, son casi el 11% del total, frente al 6,2% de 2012. En este marco, en España, la Generación Alfa que componen los siete millones de niños y adolescentes nacidos desde 2010, es el fruto tardío de una población que sólo logra crecer gracias a la inmigración.Desde 2017, la población crece con vigor, tras cuatro años de declive poblacional, ligado a la Gran Recesión. Pero ese crecimiento poblacional hay que atribuírselo íntegramente a la inmigración.Si nos fijamos en el número de nacimientos, los recién nacidos han caído desde los 450.000 largos de 2012, hasta los escasos 330.000 de 2022. Un páramo natal que se refleja en la segunda tasa de fecundidad más baja de la Unión Europea (UE): 1,16 hijos por mujer -sólo por delante de Malta; y lejos de los 1,79 hijos por mujer de Francia, los más de 1,50 de Dinamarca, Suecia, Irlanda o Bélgica; y de la media europea de 1,46 hijos por mujer-. De los nacidos en España, uno de cada cuatro niños es hijo de una madre extranjera, según señalan los últimos registros del INE. Una escasez que algunos expertos atribuyen a la precariedad laboral y a la escasa ayuda que la legislación española otorga a la maternidad, sea en forma de paro estructural, temporalidad en el empleo, falta de guarderías asequibles y una muy frecuente y desalentadora jornada partida, destaca Virginia Sánchez-Marcos, de la Universidad de Cantabria. Con estos mimbres, la última hornada poblacional en España chapotea en un mundo marcado por el influjo de la tecnología. Los chavales nacen prácticamente con un móvil en la mano. Y lo hacen a pesar de las crecientes dudas que genera la hegemonía digital, transcurridos ya más de quince años desde la irrupción del teléfono inteligente de Apple en 2007. La condición de nativos digitales corona el frontispicio del edificio conceptual construido para retratar a la Generación Alfa, un término acuñado por el experto Mark McCrindle. Una condición puesta en duda sin embargo en los últimos meses. En 2023, Suecia, siempre a la vanguardia en materia de educación, decidió recular, retirando de las aulas el arsenal de tabletas y otros dispositivos digitales que habían desterrado el libro físico en papel y la escritura manual.Los resultados en comprensión lectora forzaron la retirada de estos dispositivos electrónicos de las aulas suecas, una vez que los expertos constataron los beneficios de estudiar en libros de papel, y de escribir a mano, a la hora de comprender y retener lo leído. “Tener la tecnología al alcance de la mano significa que ya no tenemos que recordar hechos, fechas, cifras, lugares, o contestar preguntas simples”, afirma Susan Greenfield, investigadora de la Universidad de Oxford, muy crítica con el uso de la tecnología por parte de los niños. Sin embargo, el cerebro necesita práctica. “O lo haces o lo pierdes”, advierte la experta, preocupada por el efecto del abuso de la cacharrería digital entre los menores. “Todas las habilidades que tenemos se redefinen en base a cómo nuestro cerebro interacciona con el mundo”, tercia Michael Merzenich, profesor de la Universidad de California y pionero en la investigación sobre la plasticidad cerebral. El paso atrás de Suecia se complementa además con otros expertos que alertan de la huella que el abuso digital deja en los tiernos cerebros infantiles. Se calcula que cada joven pasa en la actualidad entre seis y ocho horas al día de media haciendo uso de un dispositivo electrónico. Pues bien, esta compañía no es inocua. Los niños pasan más tiempo en las pantallas, leen menos y tienen menos comunicación entre ellos, alerta el neuropsicólogo Álvaro Bilbao. Dejar de lado estas tres actividades influye a la hora de desarrollar su inteligencia, advierte. “Las nuevas generaciones van teniendo más fina la corteza prefrontal, que es parte fundamental para la inteligencia, o el autocontrol y manejo de las emociones”, alega este experto, muy crítico también con la “sobreprotección” que los padres ejercen sobre sus vástagos. Los datos más recientes apuntan que “podemos encontrarnos con la primera generación en la que el cociente intelectual de los hijos sea inferior al de los padres”, culmina este experto, cuyo perfil en Instagram, paradójicamente, acumula cientos de miles de seguidores entre padres preocupados por el desarrollo de sus hijos. Otros expertos, en cambio, consideran que los chicos crecen saludables, y que su contacto frecuente y temprano con la tecnología, junto al advenimiento de nuevas herramientas, como la inteligencia artificial (IA), convertirá a los chavales en superespecialistas en un mundo dominado por el código binario. Estos optimistas destacan que “los algoritmos de procesamiento de datos harán las experiencias cada vez más personalizadas, y nuevas interfaces ofrecerán nuevas formas de comunicación”, tal como señala un informe dedicado a la Generación Alfa elaborado por la consultora Hotwire. En este ecosistema, los niños conocen ya algunos de los agentes de la avanzadilla de la IA. Los pequeños se relacionan con naturalidad, no sólo con los asistentes de Google Home o de Amazon -la conocida Alexa-, sino también con otras construcciones maquinales especialmente diseñadas para ellos, como la aplicación de una tableta, llamada Julio, y el robot Cozmo, un autómata fabricado por la juguetera Anki.De hecho, cuando son encuestados, los niños consideran a Alexa más inteligente que ellos mismos, valorando la cantidad de conocimiento que la asistente de Amazon es capaz de rescatar de la memoria del mundo contenida en internet. Sin embargo, el objetivo de los juguetes, y en general de la tecnología, pasa por la emoción. “Nos encantaría poder aportar el mismo nivel de profundidad emocional que tienen con tu perro”, anhela Mark Patalucci, director de productos de la juguetera Anki. “Creo que las expectativas son: quiero tener la misma relación que tendría con un personaje de una película”, precisa. Un camino hacia el consuelo emocional que, sin embargo, pasa por dejar atrás la pantalla, una de las señas de identidad de la tecnología actual, según vaticinan los expertos. Y es que pronto otras interfaces, como los gestos o la voz, canalizarán nuestra relación con las máquinas, según estos augurios, que destacan además del papel de los ‘wearebles’, como relojes y otros cacharros que llevaremos puestos, midiendo y transmitiendo, con su arsenal de sensores, hasta el más sutil parpadeo que efectúen, consciente o inconscientemente, sus monitorizados dueños. Un alud de información cuyo procesamiento preocupa a expertos y empresas, a juzgar por los resultados de algunas intentonas, como la muñeca Hello Barbie, dotada de inteligencia artificial, y cuya ‘wifi’, Mattel descubrió que podía ser pirateada por los ‘hackers’ o infiltrados informáticos, para convertir el juguete en un espía de la actividad infantil, entre otros casos recientes. Y donde surgen además dudas, entre los departamentos de marketing, precisamente por la presentida desaparición de las pantallas, en favor de la voz. “La interfaz de voz es particularmente dañina para las marcas”, advierte Scott Galloway, profesor de marketing en la Universidad de Nueva York. Las búsquedas por voz “eliminan la necesidad de presentaciones de ‘packaging’, diseño y tienda, dejando pocas opciones para que las marcas se diferencien”, advierte. Además, los expertos recelan de la voz por otro motivo. Y es que adivinan que los resultados que presente la interfaz por voz serán necesariamente más breves que los actuales a través de la pantalla. Un fenómeno que acentúa la ya brutal dependencia de las empresas y consumidores de los gigantes tecnológicos, que monopolizan las búsquedas y, en general, la presencia de las marcas en Internet. Uno de ellos, YouTube, el canal de distribución preferido por niños y jóvenes, y un gigante de la emisión de vídeos, en manos de Google, es el hábitat donde desenvuelve su actividad Birk Rawlings, jefe de DreamWorkstTV, un canal de creación de contenidos seguido por millones de niños en YouTube. “Este es el desafío al que se enfrentan las marcas al tener que operar en plataformas ajenas”, apunta el directivo, que ofrece datos sobre la presencia de los niños en YouTube. “Más de un tercio de los niños de tres a cuatro años usan YouTube, y entre los de cinco y siete años la cifra ya supera el 50%”, informa. En cuanto al impulso de la Generación Alfa a la hora de elegir contenidos, Rawlings lo resume así: “quieren todo y lo quieren ahora”. En esta línea, su empresa presume de utilizar en sus programas presentadores “muy reales”, que “no se ven y actúan como actores”, sino que los niños “lo viven como si estuvieran con sus amigos”. Finalmente, otra factor que preocupa a las empresas es el de la privacidad. Según los expertos, los miembros de la Generación Alfa se muestran muy celosos de su intimidad, si bien, también se vislumbra que los más jóvenes pueden ceder al escrutinio de su intimidad si consiguen con ello ventajas, como cupones de descuentos y otras fórmulas del marketing actual. “Estos son los consumidores que van a entrar al mercado y que pueden tener diferentes formas de comportarse o tener expectativas diferentes”, certifica Andrew Stepehn, profesor de marketing en la Universidad de Oxford.