El insomnio es uno de los trastornos del sueño más prevalentes de la población mundial, presentando una prevalencia del 10-15% de la población general mundial. El insomnio de tipo crónico, es decir, aquel que persiste por más de 3 meses, afecta seriamente la salud del individuo y su calidad de vida, constituyendo un importante problema de salud pública. El enfoque terapéutico del insomnio es multidisciplinario y dependerá de su etiología. Sus objetivos fundamentales son mejorar la calidad del sueño y los síntomas diurnos, de modo de contribuir a una mejor salud, calidad de vida y funcionalidad del afectado. Según diferentes organismos internacionales Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM) y las guías europeas), el tratamiento de primera línea para el insomnio crónico del adulto son las medidas no farmacológicas, lo que comprende la terapia cognitiva conductual (TCC-I). El tratamiento farmacológico solo debiese considerarse si la TCC-I no está disponible o si no es efectiva; o al inicio de la TCC-I. Si bien existe un largo listado de medicamentos que pueden usarse para el insomnio crónico, cuyo objetivo sería mejorar la duración y continuidad del sueño con un perfil aceptable de efectos secundarios, se hace relevante destacar que el “medicamento ideal” no existe. Estudios futuros destinados a comprender mejor la neurobiología y la genética del sueño, así como la fisiopatología del insomnio, son cruciales para desarrollar un tratamiento farmacológico específico que sea curativo y personalizado.