El envejecimiento de la población plantea un desafío para la salud pública, donde la soledad emerge como un factor relevante, con un impacto significativo en la salud física, mental y social de los adultos mayores. La soledad se asocia con depresión, deterioro cognitivo, enfermedades crónicas y mayor mortalidad, afectando la toma de decisiones clínicas y la adherencia a los tratamientos. A pesar de su relevancia, los programas de formación en ciencias de la salud, especialmente en medicina y enfermería, no abordan adecuadamente este problema, generando una brecha en la formación de los profesionales en salud. Es esencial que estos adquieran competencias para detectar y abordar la soledad, incluyendo empatía, toma de decisiones éticas y comunicación efectiva con pacientes mayores. Sin embargo, la formación actual a los profesionales en salud prioriza aspectos técnicos, sin integrar factores emocionales y sociales que afectan el bienestar del paciente. Se propone una estrategia formativa que incorpore la soledad como determinante social de la salud en los currículos sanitarios, mediante talleres sobre comunicación con adultos mayores, simulaciones clínicas y un enfoque interdisciplinario que incluya trabajo social, psicología y medicina. Este enfoque favorecería una sensibilización de los profesionales en formación para mejorar la calidad de vida y el bienestar de los adultos mayores.
