Todavía no hemos digerido todos juntos la omnipresencia y multifuncionalidades del teléfono móvil que ya ha llegado el iPad, un nuevo dispositivo parece que predestinado a modificarnos los hábitos de consumo de información. El pasado mes de mayo, en el foro convocado en Amsterdam por la Asociación Mundial de Diarios (WAN-IFRA) se reunieron representantes del mundo editorial y del entorno tecnológico para compartir puntos de vista y experiencias sobre dispositivos que hacen que la información sea accesible al usuario en prácticamente cualquier lugar y situación.
Hasta ahora, con el teléfono sólo se hablaba. Pero con los actuales aparatos de telefonía se tienen numerosas opciones. Es una diferencia radical protagonizada en gran parte por el iPhone de Apple, que obliga a una adaptación igualmente rotunda de los negocios de generación de contenidos. La adopción de móviles 3G crece en el mundo ocho veces más deprisa de lo que lo hizo internet en sus inicios, ofreciendo utilidades nuevas propias de este canal. Y, según parece, el Android de Google será en pocos meses el dispositivo predominante, el reto para los editores es el mismo aunque cambie la carcasa del apoyo: los anunciantes tienen la necesidad de comunicarse con su público objetivo, el lector hasta ahora pasivo ha pasado a ser usuario activo. Por estos motivos, el negocio tiene que cambiar porque la lógica de consumo de los contenidos editoriales ha cambiado.
Aceptado ésto, ¿de qué tiene que vivir el editor? ¿Hay que contar ahora los móviles como centro de coste adicional? ¿Cómo lo hará para sostener una estructura que la proliferación de plataformas obliga a engordar? La tentación de mantener la publicidad, con fórmulas más o menos vistosas o imaginativas, es grande. Pero si seguimos en esta línea no estamos hablando de un nuevo paradigma, sino de agotar el antiguo … sin explorar territorios – ignotos todavía- que valoricen el contenido diferencial y permitan cobrar a quien lo consume.
Sin embargo, no nos engañemos. Las experiencias que hasta ahora han tenido unos resultados económicos positivos giran en torno al consumo de contenidos de ocio, por descargas de tonos, de juegos o similares, y necesitan de una masa crítica relevante. Queda un amplio campo para recorrer. Con agilidad pero sin precipitación, no fuera que, como ya sucedió con la gratuidad de los contenidos en Internet, el trabajo sea dar marcha atrás una vez superado el deslumbramiento inicial.