Aparatos como la lavadora y la secadora, antes integrados en el mueble bajo de la cocina, se han independizado y tienen su cuarto propio: el de lavado, donde, además del detergente o el suavizante, hay espacio para la plancha. Pero ahora la tarea no se limita a lavar y secar, sino que la ropa se higieniza, permitiendo al usuario gestionar los recursos de forma optimizada. Las arrugas pasan desapercibidas para facilitar el planchado de las prendas y, mediante la conectividad, es posible programar su funcionamiento a la carta, sin pasar por alto los costes energéticos.
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